PODEMOS con resaca: Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud

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Las ganas que tienen algunos, a izquierdas y a derechas, por enterrar a PODEMOS, son directamente proporcionales a la capacidad que ha tenido PODEMOS para “patear” el tablero político tradicional y poner en jaque la estabilidad que había caracterizado el sistema partidista en el estado español desde la irrupción arrasadora del PSOE en 1982. Los obituarios sobre PODEMOS se han disparado en la prensa estos días, y prácticamente se da por finiquitado a este proyecto político antes incluso de que haya podido empezar a salir, realmente, de la incubadora.

 

Es obvio que, tras la etapa inicial, el adversario movió sus fichas y puso a PODEMOS a la defensiva. La campaña mediática y política de las diferentes fuerzas del sistema en contra de PODEMOS ha tenido éxito y ha dado sus resultados, no lo vamos negar. Las expectativas generadas por PODEMOS se han visto frenadas en seco y aquello que en algún momento pareció más que posible, una victoria electoral de PODEMOS en las próximas elecciones generales, se antoja ahora un escenario mucho menos probable que hace apenas tres meses.

 

El juego de las encuestas ha desempeñado en esta dinámica un papel central. Metroscopia hizo bien su trabajo. Su primera reacción fue intentar ocultar la realidad hasta tener la capacidad de poder dar una respuesta consecuente a la misma (por primera vez desde que hacen su serie histórica se dejó de publicar en El País en papel una encuesta mensual justo cuando PODEMOS daba por primera vez primero en intención directa de voto). La estrategia a seguir desde aquel momento parece ahora clara: hinchar sobredimensionadamente las expectativas de PODEMOS en las siguientes encuestas, para luego ir paulatinamente “pinchando la burbuja”, a una misma vez que alzaban, mes a mes, a Ciudadanos en las mismas (fue, de hecho, una encuesta de Metroscopia, en Febrero, la que dio el pistoletazo de salida a la campaña pro-Ciudadanos en los medios). Desde aquella encuesta, que situaba a Ciudadanos, sin que aquello hubiera quedado recogido previamente en ningún otros escenario demoscópico, en un 12,2%, los medios realizaron una campaña de grandes dimensiones para visibilizar la opción Ciudadanos entre el electorado. Un mes después, en Marzo, Ciudadanos había subido 6,2% (18,4%) y PODEMOS entraba en caída libre perdiendo 5,2% en un mes.

 

Todo ello suma y hace daño. De hecho, dentro de esta estrategia destinada principalmente a frenar el ascenso de PODEMOS, es bastante probable que pronto empecemos a ver a Ciudadanos situado como primera fuerza en las encuestas y a PODEMOS en cuarta posición, tal y como ya apunta, esto último, lo publicado por la Cadena Ser esta misma semana. El efecto “poder”, es decir, las expectativas de ser un voto útil capaz de decantar el resultado hacia la fuerza ganadora de las elecciones, se trasalada así desde PODEMOS a Ciudadanos, y el partido de los círculos pierde con ello una de las principales razones que podía impulsar a un parte de la población a votarlos. Son tendencias psicológicas que los asesores políticos que orbitan en torno a los grandes partidos conocen bien. Había que desconectar la alianza emocional que PODEMOS había establecido con quienes veían la política con el desencanto propio de quien piensa que no existe una alternativa al dominio de los grandes partidos, pero, sobre todo, había que desconectar la alianza emocional entre PODEMOS y quienes querían de manera urgente un cambio en la realidad institucional española. Ambos objetivos han sido logrados en estas últimas semanas. De ahí el pesimismo generalizado en el que ahora parece haber entrado la “opinión pública” respecto de las opciones a futuro de PODEMOS.

 

Un ambiente político inducido que ahora los grandes medios, y parte de los adversarios políticos de PODEMOS por la izquierda, pretenden utilizar para dar por finiquitada a la formación morada. Como si las condiciones que hicieron posible el espectacular ascenso de PODEMOS en el escenario político español hubieran variado tanto como para que tal cosa fuese posible. No entienden que el principal problema de PODEMOS en estos últimos meses ha sido PODEMOS mismo. El problema ha sido, en resumen, el estado de “resaca” post-borrachera que ha vivido PODEMOS en los últimos meses. Abrumado por el éxito y el manejo de las expectativas, con fuerte dolor de cabeza por los efectos postreros de tal borrachera, tuvo que afrontar toda una serie de brutales ataques, políticos y mediáticos, desde una posición complicada y, como consecuencia del cambio de estrategia del régimen, con un cierto inmovilismo en sus estrategias y tácticas que le ha puesto en bandeja el efecto “desinfle” al adversario. PODEMOS pasó casi de un día para otro a estar a la defensiva y más centrado en desmentir acusaciones o en no parecer demasiado “peligroso” para el funcionamiento normal de la vida política cotidiana, que en profundizar el camino que los trajo hasta donde se encontraron en ese momento.

 

La ilusión que PODEMOS despertó en el electorado español era una ilusión de cambio rupturista, una ilusión de un partido nuevo, fresco y joven, desvinculado de los tradicionales males que estaban asolando a los principales partidos, capaz de regenerar la vida institucional española, pero, sobre todo, capaz de desafiar la corrupta y corrompida maquinaria electoral que tanto PSOE como PP han representado durante las últimas décadas. Un partido que había surgido del espíritu del 15-M para poner entre paréntesis el funcionamiento de todo el régimen político, institucional y económico que habíamos heredado de la transición, cuestionando de base su existencia. Un partido con promesas constituyentes destinadas a extender el funcionamiento de la democracia hacia aquellos espacios que ahora le son vetados: la calle y las propias instituciones hegemonizadas por el bipartidismo. Un partido que a una misma vez que azotaba con fuerza el cáncer de la corrupción prometía la recuperación de los derechos sociales y laborales perdidos, así como poner la decisión de la gente en el centro del debate político, costara lo que costara, y cayera quien cayera. Un veradero desafío para el régimen del 78 al que estaba decidido a impugnar de cabo a rabo. Un partido, en definitiva, que no solo quería romper con el modelo institucional vigente, sino, sobre todo, con sus consecuencias más evidentes. Y estas eran tanto políticas como socio-económicas. De eso trataba aquello de la centralidad del tablero.

 

Conectar con el sentido común de la gente no era otra cosa que haber tenido la capacidad de poner nombre y propuestas a una serie de malestares y demandas que estaban ya presentes en los imaginarios colectivos de la sociedad española de estos tiempos, expresado desde la doble dimensión institucional y socio-económica. El problema de la corrupción y la usurpación de la democracia por parte del bipartidismo, sí, pero también las demandas de una vida digna y unas condiciones sociales necesarias para la misma. La crítica a la corrupción podía ser compartida por prácticamente el 100% del electorado potencial, pero solo aquellas propuestas en defensa de los derechos sociales y laborales, los servicios públicos, y en definitiva, de crítica a las consecuencias materiales que las políticas impulsadas en los últimos años por PP y PSOE en las institituciones estaban teniendo en la vida de millones de personas, podían establecer una verdadera diferencia entre lo que PODEMOS proponía como alternativa política y lo que otros nuevos proyectos podrían acabar poniendo encima de la mesa o lo que estaban ya tratando de hacer los propios partidos tradicionales cuestionados de forma generalizado por la sociedad. No bastaba entonces con quitarse la corbata, y mucho menos basta ahora con eso.

 

Pero el régimen cuenta con muchas armas para su defensa. Buscaron y rebuscaron argumentos con los que poder atacar a PODEMOS. Crearon de manera artificial supuestos escándalos de corrupción que implicaban a los principales actores de este partido y los difundieron por tierra, mar y aire. Redoblaron sus ataques al gobierno venezolano y lo convirtieron en un tema de debate interno capaz de presentar a PODEMOS como la expresión interna del denostado gobierno bolivariano, e hicieron creer a una parte del electorado que PODEMOS pretendía reproducir el modelo venezolano en el estado español, con las consecuencias que eso podría acabar teniendo: violencia, colas, pobreza, inseguridad, y todo lo que han sido capaces de hacer creer a la gente que es responsabilidad directa, en Venezuela, del modelo político bolivariano. Unieron ambas campañas mediáticas en una misma dimensión política, y, con ello, lograron sacar a PODEMOS de su espacio natural como fuerza de ruptura y situarlo en un espacio, político y mediático, donde los debates y los planteamientos discursivos eran manejados al gusto por el adversario. Y a PODEMOS todo ello, como hemos dicho, lo pilló en plena resaca post-borrachera. Los resultados en las elecciones andaluzas, sumado a lo comentado antes sobre las encuestas, ha hecho el resto.

 

PODEMOS se ha visto superado durante meses por la nueva situación y ha respondido a la misma de forma lenta, torpe y sin apenas tener una capacidad de respuesta real ante tales desafíos. En lugar de profundizar en su discurso tradicional sobre Venezuela (“Queremos hablar de lo que pasa en el estado español, no de lo que ocurre a miles de kilómetros”), hizo concesiones y comenzó a condenar las detenciones de golpistas en Venezuela, lo cual no solo no le ha servido para que no le hayan seguido atacando por ese mismo espacio, sino que ha acabado por debilitar su imagen de partido coherente y consecuente con sus ideas rupturistas, a una vez que el gesto se ha podido interpretar más como un cambio de discurso con tintes electoralistas que como un verdadero alejamiento de sus dirigentes respecto de lo que Venezuela representa en el imaginario colectivo español (algo, por otro lado, difícil de lograr teniendo en cuenta la cantidad de documentos de todo tipo que vinculan a los principales dirigentes de PODEMOS con Venezuela). En lugar de profundizar en su discurso contra-hegemónico y de cuestionamiento generalizado de todo lo que representa el régimen del 78, ha cedido en sus planteamientos en cosas tan elementales como el derecho a decidir de los pueblos o la defensa cerrada de la necesidad de un proceso constituyente que permita remover las bases de tal régimen. En lugar de centrar su perspectiva en la defensa de los intereses de la clase trabajadora (principal afectada por las consecuencias nefastas de las políticas de austeridad), ha compadreado con un aventurismo centrista e interclasista a través del cual tratar de llegar a los votantes más identificados con la política tradicional y sus identidades, equiparando la realidad del pueblo trabajador con la de otros sectores sociales tradicionalmente escorados a la derecha: clases medias acomodadas y la pequeña y mediana burguesía consolidada. Sectores que aunque es cierto que se han podido ver afectados por las consecuencias de la crisis, siempre tenderán más a conservar sus posiciones sociales e individuales en la realidad social y política que a echarse en brazos de proyectos de cambio rupturista.

 

Apostar por el discurso populista amplio y transversal podía ser efectivo mientras no existieran otras alternativas de “cambio” que fuesen capaces de movilizar esos deseos de castigar las corruptelas del bipartidismo, o el enquistamiento de la democracia en las instituciones hegemonizadas por el mismo, en su favor, planteando una apertura democrática contra tales malestares a una misma vez que estabilidad en el modelo econónico e institucional propio del régimen del 78. Todo ello quedó desmontado con la irrupción inducida de Ciudadanos. Pasamos entonces de un escenario que, desde esas claves, podía aventurar una ruptura con las élites gobernantes de forma inmediata, capaz incluso de ganar las eleccions generales de finales de año con un apoyo masivo de sectores muy diversos de la sociedad, a un escenario donde las posiciones de clase vuelven a tomar un aspecto central en la disputa política. Los sectores conservadores de la sociedad ya tienen su PODEMOS de derechas. PODEMOS siquiera puede hacer gala ya de su defensa de los servicios públicos como elemento aglutinador de voluntades populares interclasistas, porque, pese a los ataques sufridos, la mayoría de la población sigue teniendo acceso a una educación y una sanidad pública de forma generalizada, e incluso esos sectores más conservadores disponen de lo privado para poder compensar la pérdida de calidad en lo público. No se puede esperar que estos sectores conviertan en central en el debate político un problema que no les afecta de manera inmediata, y en algunos casos es posible que no les afecte nunca. Que la mayoría esté de acuerdo con que deben existir servicios públicos de calidad, no quiere decir que eso sirva como catalizador de sus movimientos políticos y electorales. En este contexto existen para ellos otras preferencias, y esas preferencias están siendo copadas en este momento por el discurso y las propuestas de Ciudadanos. PODEMOS, por tanto, se está viendo obligado a tener que volver a resituarse en el escenario político.

 

Pablo Iglesias parece haberlo entendido bien y ahora está de nuevo ejerciendo como Secretario General en una dirección adecuada. Su artículo “la centralidad no es el centro”, su paso por La Sexta Noche con un discurso centrado principalmente en resaltar la vertiente socio-económica del conflicto social y político vigente en estado español y su posición sin dudas del lado de quienes peor lo están pasando, su intervención, megáfono en mano, durante este pasado 1º de Mayo en apoyo a los trabajadores en Huelga de Movistar, entre otros hechos, así lo muestran. Parece que Pablo ha entendido que para ganar las elecciones ya no vale con aspirar a ocupar la centralidad del tablero, sino que es necesario construir hegemonía entre los de abajo, acercarse más a los elementos tradicionales de los proyectos de izquierdas, extender su influencia entre aquellos que están siendo víctimas directas de las políticas de austeridad. En el binonio economía-instituciones, sin dejar de lado la crítica a la corrupción y a la pérdida de democracia, el líder de PODEMOS parece ahora estar volviendo a apostar con claridad por entrar de lleno en el debate ideológico sobre las cuestiones económicas y sus consecuencias en la vida de las personas, diferenciándose con ello de los yogures azul, naranja o rojo que representan PP, Ciudadanos y PSOE, y su defensa de la austeridad y las políticas de “estabilidad”. Ese y no otro debe ser el camino que abra a PODEMOS de nuevo la puerta de la victoria electoral.

 

Si sigue por ese camino, una vez resituadas de nuevo las piezas en el nuevo tablero político, estoy seguro que pronto volveremos a ver que PODEMOS sigue muy vivo, y, en consecuencia, podremos cantar aquello de “no estaba muerto, estaba de resaca”. Porque las condiciones que hacen posible que PODEMOS sea una realidad electoral no han variado ni un ápice desde su irrupción, al revés, se han profundizado y agudizado. Y en última instancia, además, Ciudadanos más que un problema para PODEMOS es una bendición: le ahuyenta el problema de los arribistas pre-corruptos que era uno de los principales peligros que orbitaban en torno a PODEMOS tras las europeas. Si Ciudadanos hubiera existido antes, entre otras cosas, por ejemplo, PODEMOS tendría sus propias candidaturas a las municipales. Además, profundizando en esta estrategia actual, antes o después provocará que se retroalimente su propia fuerza electoral dentro del eje que, a mi juicio, será central en la batalla política durante los próximos años: fuerzas del régimen (y pro-austeridad) vs fuerzas del cambio.

 

Tal vez no sea en este ciclo electoral en marcha, algo que en algún momento pareció posible, pero será, salvo que la economía dé un vuelco espectacular y el sistema se auto-regule, cosa que, en vista de los resultados de las políticas neoliberales aplicadas en cualquier parte del mundo en circunstancias semejantes a las actuales en el estado español, no parece posible. PODEMOS debe ahora ajustarse al nuevo contexto y no desesperar. El momento tal vez ya no sea necesariamente ahora (ojalá lo fuera), pero sigue habiendo una puerta abierta a un momento que puede ser a corto, medio o largo plazo, y no tiene pinta de que se vaya a cerrar. Pablo Iglesias, si sigue por este camino, los llevará a ganar. Syriza tampoco ganó al año de irrumpir en la vida política griega. Pero al final ganó.

Que tengan cuidado los que ya los dan por muertos, no vayan a tener que acabar cantando aquello de “los muertos que vos matásteis gozan de buena salud”.

 

vía -Kaos en la red.

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